lunes, marzo 12, 2007


... Pero sucedió que el hombre alto sintió nostalgia de los saltos cortos, de los giros y del olor a mandarina, y sin poder evitarlo, parque por parque, banco por banco, farola por farola; siempre con su bolso al hombro, pasaba las horas, minutos y segundos buscando a la mujer pequeñita para poder bailar con ella.

Y sucedió que tanto empeño ponía el hombre alto, que se encontraron no una, ni dos, sino cien veces, y siempre bailaban juntos, no una, ni dos, sino cien veces, la mujer pequeñita con los ojos cerrados, tarareando a veces a media voz, acompañada siempre por los medidos gestos del hombre alto.

Y sucedió también, que se separaban siempre, que se alejaban el uno del otro, sin decirse nunca absolutamente nada, el hombre alto a cámara rápida mirando atentamente a la mujer pequeñita, que bailaba ajena a todo, dando saltitos cortos. Y así siguieron, meses, semanas y días, siempre sin hablarse, bailando y bailando, un dos tres, creyendo que nadie les veía...


ete

viernes, marzo 09, 2007

- No quiero perderlo.

- Pues no lo pierdas. Sólo tienes que guardarlo bien, que no hay nada más tonto que perder algo por el puro miedo a perderlo, y las cosas que más se quieren son las que se pierden de forma más estúpida.

- Y entonces, ¿qué hago con mi tesoro?

- Mmm... Pues... Cuidarlo. Cuida tus tesoros. Pero sin vigilarlos, que está feo. Cuídalos, que no es lo mismo. No... Espera, se me ocurre algo mejor... Libéralos, eso es, que, a veces, dejar a la vista los tesoros de uno es la mejor manera de no perderlos...


ete
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