martes, abril 01, 2008

Secreto1

Tengo un secreto. Voy siempre sobre un alambre. Por si alguien lo sabe. Por si alguien llegara a saberlo. Que no me gusta lo que hago, que ya no le quiero. Porque yo ya no soy yo, sino alguien distinto, con otra voz, otra piel, otros zapatos. Por eso mi antiguo yo se tambalea, haciendo equilibrios, en la cuerda floja, intentando que mi nuevo yo no le empuje, que no lo lance al vacío, en secreto.

martes, febrero 26, 2008

Gabriela es un sabueso y por alguna extraña razón se ha enamorado de mí. Y da igual lo que le diga su dueño, porque se ha enamorado, qué cosas, de una chica que andaba un poco perdida, quién lo iba a decir, y se sentó en un banco. Ya ves, de mí.

Y me doy cuenta de que, sentaditas al sol aquí las dos, parecemos la pareja perfecta. Ella me mira como si no hubiera nadie más, cómo va a mirarme si no, si está locamente enamorada, y yo le toco la cabeza suavemente, mientras se refrota contra mi pierna, los ojillos entrecerrados de amor, y la lengua fuera. Y yo pienso que no debe ser tan difícil sentirse bien.

Un perro como este, alguien que me espere en casa cociendo la pasta, pasearme sin rumbo por el rastro buscando chichirimundis para esa esquina desolada de “nuestra” casa, descubrirme otra vez enrabietada porque ÉL no ha ajustado bien la tapa del azúcar, que ALGUIEN me desordene los calcetines, y que me guste, comprar juntos las piedras para el gato, acordarme de que no le gustan los tomates si están cortados...

Y miró a Gabriela que mira a su vez a toda esta gente del parque que parece saber exactamente a dónde va y de dónde viene, con quién está y a quién quiere; y pensamos que no debe ser tan difícil, bueno, pienso yo, porque lo que es Gabriela, me estoy dando cuenta de que no es de pensar mucho, y además ya no me quiere tanto, y noto que empieza a hacerle tilín una pareja de ancianos que está haciendo monerías a un perrito minúsculo de esos que te caben en el bolso.

Pero no, no es difícil, pienso. La gente se apasiona por las pequeñas cosas, vive con intensidad las piedras del gato, las broncas domésticas, la tapa del azúcar, los tomates... Y de pronto, sin que me dé cuenta, yo también descubro que me he apasionado por algo. Gabriela, las lentejas, galletas con mucho chocolate, las volteretas sin manos... Aunque parezca que siempre hay algo que se interpone, una pieza que no acaba de encajar, algo...

Y quizá se me haría más fácil, le pregunto a Gabriela, si alguien me esperara en casa cociendo la pasta, no sé, ¿tú qué piensas?

Y Gabriela resopla, se frota contra mi pierna sin dejar de mirarme y se marcha, con su trotecillo de sabueso, rumbo hacia la pareja de ancianos, que definitivamente le gustan más que yo. La insoportable levedad del amor perruno. Abandonada en un instante. Sentadita aquí al sol y consciente más que nunca de que me han abandonado. Sin una sola palabra ni un mal gesto.

A lo mejor es porque ellos tienen un perro, o son más monos, o le huelen mejor, quién sabe, quizá sea cosa del banco, el perrito minúsculo o quizá simplemente porque son dos y tienen toda la pinta de comprar juntos la arena del gato.

viernes, febrero 01, 2008

Mira como los niños. Con los ojos muy abiertos, como si nunca hubiera visto nada. Se pierde cuando le hablo y nunca encuentra sus cosas. Es maniático y despistado. “¿Has visto el puñetero periódico?” Es muy desordenado. Pierde las llaves a cada momento, encuentras sus gafas en cada rincón. Y se enfurruña, y me desespera. Y entonces le enseño sus gafas, sus llaves, agito el periódico frente a su cara, y entonces él me mira así, como mira él, como los niños, como si nunca hubiera visto nada, como si todo se le hiciera nuevo. Y luego se enfada, se embarulla, me grita, refunfuña, y coge sus llaves, el periódico, las gafas, y se encierra en el estudio, indignado, dejándome a mí ahí parada, atrapada en sus ojos de niño, esos que no han visto aún nada.

miércoles, diciembre 26, 2007

Escuché cosas que no debí haber escuchado, que me han apagado un poco. Y fingí no tener nada que decir, porque mentir no se puede y callar se me da mejor que bien. Ahora está por ver si de todo esto que me pasa por la cabeza soy capaz de construir un viaje de ida y vuelta. Porque los viajes tienen la capacidad de amortiguarme de los envites de mi mundo conocido, aunque es cierto que, al regresar (cuando regresas, que no siempre ocurre…), te hacen sentir un poco desamparado. Me ha costado respirar estos días y me han hecho confesiones predecibles que me han golpeado la boca del estómago, mientras intentaba no descomponer la sonrisa. Hoy me toca apretar los puños y llorar hasta vaciarme, procurando recordar que estoy aprendiendo algo, y que no importa tanto que sea bueno o malo, sino darme cuenta y actuar en consecuencia. Y confiar. Confiar en que al final, justo un segundo antes del desenlace, siempre hay algo o alguien que me rescata, de la manera más inesperada.

Aunque esta vez hay un candidato menos a héroe de la temporada, porque ahora tengo la certeza de que, a ratos, me ves, y a pesar de o precisamente por eso, esta vez no me bastas.

miércoles, octubre 03, 2007

Cosas que nunca pasan.

Pero que se piensan. Que se atesoran. Que se planean durante horas. En la cabeza. En la boca del estómago. En lugares como este.

Sólo tienen una desventaja. Las cosas que nunca pasan. Sólo una. El nudo. El nudo de incertidumbre que se te agarra y que no se suelta así como así. No se suelta. No.

Y eso que nunca pasa se acaba convirtiendo en nudo, en fantasma, en sombras al acecho. Una. Dos. Mil. Un millón y medio.

Como los indios en el oeste. Entre las rocas. Sin hacer ruido. Con el arco preparado para dispararte el recuerdo en medio de la frente. Cuando menos te lo esperas. Cuando te has olvidado del fantasma. Cuando el nudo está casi deshecho. Cuando estás confiado, acalorado y bajas del caballo sólo un momento para beber agua. Porque te mueres de sed. Y hace mucho calor. Uf. Mucho calor.

Y te confías. Casi hasta lo olvidas. Porque tienes sed. Que estás en medio del oeste con montones de apaches vigilándote desde las alturas. Uno. Dos. Un millón y medio. Las cosas que nunca pasan. Las que se te agarran en el estómago. Esas.

Y entonces. Justo en el primer trago. El disparo. Un apache. Directo a la cabeza. Y después otra vez el calor. Y el miedo. El miedo que te recuerda la sombra al acecho. El fantasma. El miedo apache. El nudo que se tensa y la sangre que te golpea ahí dentro. Una y otra vez. Una, dos, mil. Un millón y medio.

Las cosas que nunca pasan. Vivir siempre en territorio apache. Sin poder bajarte del caballo. Donde nunca pasa nada.

O quizá sí...

jueves, julio 12, 2007


Me encanta viajar sola de vez en cuando. Me encanta. Sobretodo ese momento previo a la salida. Se me agarra un no se qué en el estómago, una especie de pánico escénico que sale de algún lado. Ahí dentro. Y se me llena la cabeza de palabras, de canciones, de frases arriesgadas y vitalistas, de pensamientos lánguidos y melancólicos, de sana tristeza e incertidumbre…

Y siento que me voy abriendo por dentro, como si me llenara de viento. Viajo, escapo, me asusto, me desvío, me expongo. Me invade el vértigo. Me encuentro con mi propio yo en mi propio movimiento, un yo vacío y solo entre dos puntos que me acogen. Un yo entre el echar de menos y las ganas de volar.

Tiempo para pensar. Tiempo para escucharme. Para llenarme. Porque, como alguien me dijo, viajar es como hacer un repaso de todas las posibilidades antes de volver a casa.

Y yo estoy repasando posibilidades, y escuchándome, mientras el camino corre y corre a toda velocidad bajo mis pies...

"Every single person has at least one secret that would break your heart. If we could just remember this, I think there would be a lot more compassion and tolerance in the world"
Da qué pensar, no...?

lunes, junio 18, 2007

Y de repente te ves ahí en medio, ante un público expectante, con un balón en las manos.

Y no sabes qué, pero crees tener que hacer algo, correr, darle patadas al balón, malabares, algo.

Y el público te mira y contiene la respiración, y no se oye ni una mosca, y tú piensas, POR QUÉ COÑO TENGO UN BALÓN EN LAS MANOS si yo este juego no sé de qué va, si yo, de siempre, he preferido jugar a esconderme...



parecefácilllegarhastaaquílodificildespuésesdecidircuandosalirse